Generalmente no elaboro repostería, entre otras razones porque no soy muy goloso, digamos que me tira más el salado. Cuando el reto son frutas, mi objetivo es mirarlas desde la perspectiva de ingrediente que aporte un punto dulce a platos salados. Quizás una de las grandes revoluciones de la cocina de los últimos años ha sido jugar con este concepto, que era difícil de encajar en las recetas más tradicionales, excepto con la mermelada de fresa en el cocido de garbanzos, que es todo un clásico, ¿o no? (Esto es sarcasmo, negaré haberlo escrito yo)
De entre todas las propuestas donde un ingrediente salado se funde a la perfección con uno dulce es el dátil con beicon, o al menos ha sido uno de los protagonistas más destacados en los cócteles desde hace algunos años. Realmente el origen de la receta data de principios del siglo XX y no es española, sino inglesa, conocida como «devils on horseback», aunque en España hay muchos sitios donde es tradición, como en Elche, donde se conoce como «delicias de Elche».
Lo que poca gente sabe, es que la autentica receta fue desarrollada por un marinero cordobés, que a finales del siglo XIX llegó a las Islas Canarias. El Sr. Antonio era de Pozoblanco y en sus viajes siempre llevaba un buen trozo de tocino ibérico salado, de su añorado Valle de Los Pedroches. Un día, estando en la isla de Tenerife, sacó su navaja y cortó unas finas láminas de este tocino, junto a él había unos trocitos de plátano cortados, con forma de pequeños cilindros, y pensó que eran los picos de pan típicos de las islas. Envolvió la lamina de tocino sobre la rodajita de plátano y «Eureka», ahí estaba la fusión del dulce del plátano con el exquisito sabor de la panceta ibérica. Antes de que los lectores corráis enloquecidos a contar esta historia, os avisaré que la razón de que la conozca tan poca gente es que me la acabo de inventar, pero bueno tenía que justificar de alguna manera mi delirio.
Pelamos el plátano y cortamos en rodajas de 2 cm. Con un cuchillo muy bien afilado, o si disponéis de una cortadora de fiambre, hacemos finas láminas con el tocino. Es muy importante que sean muy finas, buscamos sabor y equilibrio, no sensación grasa en la boca.
Envolvemos las rodajas de plátano con el tocino y con ayuda de un palillo nos aseguramos de que no se desenvuelva.
En esta ocasión voy a utilizar una sartén, a modo de plancha. Podemos usar el horno, pero si solo haceis unas poquitas como aperitivo, quizás sea una receta poco eficiente desde el punto de vista energético. No recomiendo la fritura, porque busco que la panceta se quede como un fino velo, que se funda junto al plátano, pero si queréis probar, no es una idea descabellada.
Cuando el tocino se quede transparente y comience a caramelizar un poquito el plátano, ya lo tenemos.
Esta receta es muy sencilla y sorprendente, pero para recetas increíbles las de mis compañeros de reto, que aquí os dejo:
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Con lo que me había gustado la historia. Menos mal que has avisado, porque sí que iba a correr a consultar para saber más sobre ella.
La receta me encanta. Los dátiles no me entusiasman y tu versión creo que le va a gustar más a mi paladar (no creo, estoy segura).
Un abrazo
Está muy rico, sobretodo cuando el plátano maduro se queda cremoso.
Había llegado a creerme la historia jajaja, menos mal que la has desmentido.. Como contraste, son dos sabores que a priori no parecen combinar, pero pinta bien y seguro que está riquísimo.
Si, es cremoso y rico.