En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero olvidarme, hay un restaurante con encanto y exquisitas viandas, además, en sus vistas, se funde el cielo con la tierra, y en los meses de estío, un mar de viñas verdes son iluminadas por un cielo limpio y azul.
Me encanta Villarubia de los Ojos, como nombre de pueblo, quizás por el misterio del río que desaparece y vuelve a aparecer, quizás por que me suene bien, pero siempre me ha parecido un nombre precioso, aunque he de confesar que apenas lo he visitado, hecho imperdonable, considerando que allí se encuentra El Mirador de La Mancha, el restaurante de Javier Donaire, uno de los cocineros cuyas propuestas nos están sorprendiendo y que tuve el placer de descubrir, probando una tapa suya de pez mantequilla , hace unos años en un concurso en Ciudad Real. A partir de ese momento, he tenido oportunidad de entrevistarlo varias veces, generalmente con motivo de su participación en Los Sabores del Quijote y últimamente por ganar el concurso nacional de Cortes y Recetas Abrasador, con un Coulant de Ibérico con Tuétano y Demi-glass.
La primera buena impresión es la integración con el entorno, no eres consciente de lo que te vas a encontrar hasta que no estás allí. Su oferta es restaurante y hospedaje en cabañas de madera, excepcionalmente mimetizadas con el paisaje. Los espacios del restaurante, pese a ser un sitio grande, no dan sensación de vacío, pues están muy bien distribuidos. La decoración es en madera y de corte tradicional.
El servicio es rápido y atento, aunque el salón esté lleno, como fue nuestro caso. El precio es más que comedido, pues el menú especial estaba sobre 25 €, pero al ser un templo de la carne de calidad, optamos por el chuletón, que tiene un suplemento razonable sobre el precio del menú.
Un hecho que aplaudimos mucho, fue la propuesta del vino, un tempranillo joven, de Bodegas El Progreso, que es la cooperativa local. Me cuesta entender cuando en algunos restaurantes nos ponen de vino de la casa, el vino más imbebible posible junto a la gaseosa, entiendo que muchos menús van muy ajustados, pero acompañar con fuego, solo extinguible mediante agua carbonatada una comida, cuando estamos en la tierra con los vinos de mejor relación calidad precio del mundo, me parece un error catastrófico, que además daña la imagen de toda una región. En nuestro caso, el vino que empezó siendo la opción de entrante, terminó acompañándonos toda la comida, su juventud, tanicidad, estructura y golosidad nos pareció más que adecuada para ser el vino de la velada.
Nuestros entrantes fueron, una ensalada con queso de cabra, un surtido de ibéricos y queso manchego, y una terrine de foie. El plato principal fue el chuletón a la parrilla, muy bien elaborado, tierno y jugoso. En resumen, calidad de producto, bien cocinado.
Nos despedimos saludando a Javier, quien nos acompañó en un paseo por las instalaciones, volviéndonos a sorprender con las vistas y enamorándonos del paisaje y el entorno. Finalmente nos enseñó las obras de ampliación que están actualmente haciendo, y que darán más encanto aun al lugar.
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