El cielo está despejado, ha amanecido un día limpio, que nos permite ver el paso de las aves en el cielo. En el horizonte se dibujan montañas, no de demasiada altura, hasta hace poco desconocía su origen, ahora sé que algunas son volcanes. Recorro caminos que antes pisaron monjes guerreros o príncipes oretanos. Respiro historia y naturaleza viva, estoy en el Campo de Calatrava.
Asisto a una presentación para medios de comunicación de Vino del Campo de Calatrava y la Asociación para el Desarrollo del Campo de Calatrava, en la Bodega Quinta de Aves. El paisaje descrito anteriormente es el que me rodea y el programa promete, pues nos hablarán de suelo único, la mayor extensión volcánica de la península, vid cuidada con esmero, elaboración centrada en la calidad y extensa historia, que pasa por asentamientos de la edad del bronce hasta órdenes medievales, una suma de ingredientes que nos ofrece un producto final sugerente y de excelente calidad.
Reconozco mi cercana relación con esta tierra, conozco sus productos, los disfruto y me encanta hablar de ellos, pero lo que más me ilusiona es darme cuenta de todo lo que me queda por aprender y sorprenderme, como sucedió cuando José Meseguer nos sumergió en su fascinante historia, mostrándonos piezas arqueológicas de antiguas civilizaciones conectadas con las encontradas en nuestros yacimientos.
Finalmente tuvimos la oportunidad de degustar vinos y otros productos, como el magnifico aceite de oliva virgen extra, llegando a la conclusión de que en cada bocado o en cada sorbo de vino se concentra la esencia de un territorio, su geografía, clima e historia, y el del Campo de Calatrava deja un sabor inolvidable.