Hacía mucho tiempo que no escribía nada, últimamente casi toda mi actividad se ha volcado en redes sociales, arrastrado por el frenético ritmo de acontecimientos y eventos. Llevaba meses queriendo hablar de este producto, pero pensaba que era complicado describirlo en el tiempo que dura un reel, pues su complejidad merecía disfrutarlo en una tarde sosegada de escritura, concentración y atención plena, lo que ahora llaman los «modernos» mindfulness.
No tengo demasiada experiencia en el análisis organoléptico del brandy, soy un simple enamorado de sus evocadores aromas y de los infinitos matices que llega a comunicarme, cuando lo comparto en buena compañía, en esos momentos donde el tiempo parece densificar su paso. Por tanto, solo escribiré del respeto y aprecio que le tengo a un producto así y a las personas que lo crean para que podemos disfrutarlo.
Miguel Abad es un brandy de Soleras de Tomelloso, una empresa familiar con un profunda tradición en la elaboración de vermouth, vino de licor y brandy. Las raíces familiares vinculadas al sector vitivinícola se remontan a finales del siglo XIX, siendo la esmerada dedicación y la calidad las señas de identidad de cada uno de los productos que han elaborado durante todas estas décadas.
El maravilloso color ámbar nos habla del paso del tiempo, de una creación lenta, sosegada, de matices sutiles que se van conformando con el paso de los años. Cuando empieza a expresarse con sus aromas, nos regala un abanico de perfumes con recuerdos de chocolate, vainilla, tabaco, mieles, fruta pasificada, frutos secos, mueble antiguo y otros muchos que se van abriendo y envolviéndonos. En boca es sedoso, suavemente cálido y balsámico, acaricia nuestro paladar y se queda acompañándonos, recordándonos que ha tenido una larga historia de vida y ahora nos la está susurrando para dejárnosla impresa en el recuerdo.
Para disfrutar de un espirituoso como este, es imprescindible, colgar el no disponible en la puerta, silenciar el teléfono y dejarnos llevar por el momento. Os podría hablar de maridajes ideales, como un buen chocolate negro, pero realmente el maridaje perfecto es el tiempo pausado, algo de música tranquila y una agradable conversación en buena compañía.
Vivimos en la sociedad del aquí, el ahora y del «lo quiero para ayer», y productos como este, con una solera de más de 100 años, nos recuerda el valor del tiempo, nos exige atención y nos recompensa con placenteros recuerdos, proporcionales a sus años de reposo.
Empezaba este artículo expresando la dificultad para describir la complejidad del brandy Miguel Abad dentro de frenético ritmo de información que imponen las redes sociales, pero lo que si veo posible es encontrar una palabra de nuestro rico idioma que lo defina en toda su magnitud, y esta palabra, para mi es «sublime».
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